domingo, 19 de marzo de 2017

Sometimes in the middle of nowhere.

Hola, siento que esta entrada no procede, pero necesito soltarlo, por aquí, ya que en mi cuaderno físico no es suficiente.
Esto es algo muy personal para mí, pero no por ello quiero que intentéis animarme como tal, ya que soy una persona que tiene el poder de automotivarse sin necesidad de manos ajenas, pero me tengo que encender la luz, y a veces se me funde la bombilla un sábado a las 13:45 de la tarde y la única tienda dentro de mí misma donde venden bombillas, no abren como mínimo hasta el lunes... eso sin tener en cuenta que cierren por vacaciones o por reformas; iré al lío.

Hace tiempo, me sentía horrible con mi cuerpo, y conmigo misma. Tenía una concepción de las personas (dicha concepción ha cambiado al 94%), y esa concepción me hacía daño.
Antes de nada voy a explicar cómo me veía y cómo me sentía. Nunca he sido una chica delgada, ni rellenita, y aunque sea alta, no lo soy en exceso, y pensaba que físicamente nunca le iba a poder llamar la atención a nadie, ni le iba a poder gustar... En definitiva, que no me iba a querer si en lo primero en lo que se tuviese que fijar fuese el físico. En ese momento, llegó alguien que me iluminó, y aunque yo siguiese con el mismo pensamiento, llegó un punto en el comprendí que esa persona me aceptaba tal cual yo era, y aunque me diese cuenta muy tarde, el simple hecho de darme cuenta me hizo cambiar de opinión y pensamientos.
Pasé de ser la chica que se escondía si iba en leggins, la que metía la tripa al cruzarse con alguna persona, la que usaba maquillaje para taparse las cicatrices del acné, la que usaba pantalones cortos (pero tenían que ser anchos), la que no usaba ropa ajustada ni escotes, la que no se ponía cuñas... comparada con la chica a la que conocí después de un tiempo, esa era una antigua compañera de viaje que ahora desconocía. Aprendí a volar, sabiendo que me caería, y me levantaba riendo con tal de seguir.

De hecho creo que el verano 2016 fue el mejor de mi mente, y a la vez fue el peor; ponía dos ladrillos, y se partía uno, y así... pero al final hicimos una caseta muy interesante. Y me quería, y creo que no he sentido nunca nada mejor, porque cuando lo tienes dices que puedes con todo, te lo crees y vas a por ello.

Pues bien, llevo unas semanas en las que estoy retrocediendo... hay ladrillos que no se mueven porque están tan unidos a otros formando una de las paredes, que si se moviesen se caería la caseta entera (y espero que eso no pase nunca), también hay ladrillos en constante movimiento, porque ya se sabe que los terremotos pueden dejar secuelas en forma de grietas, pero se pueden solucionar; sin embargo, hay ladrillos en medio de la pared, que se han partido, y que se están cayendo a trozos, y esos son los que me preocupan, porque me impiden moverme a otras paredes, siempre tengo que estar pendiente de ellos, y no quiero. Y en ocasiones no me sale ser albañil de mis propios cimientos, y me vengo tan abajo que me entierro.


No sé si esta entrada es para automotivarme, para desahogarme, o para decirme que si he dormido en un pueblo frío, oscuro y sin habitantes, también dormiré (algún día) en una playa, caliente y llena de vida.
No es una entrada triste, no estoy mal; simplemente necesito empujarme.